Cuentan que en el antiguo Japón, dos monjes Zen, uno anciano y su discípulo, caminaban rumbo a su monasterio. Al llegar a un arroyo algo crecido, se encontraron con una mujer joven que, preocupada, dudaba sobre si cruzar la corriente.
Los monjes Zen estaban prohibídos de tocar a una mujer, más, sin pensarlo dos veces, el monje anciano la tomó en sus brazos y cruzó la corriente cargándola. Ya una vez al otro lado del río, la joven y el monje se hicieron una reverencia, para luego continuar sus caminos.
A partir de ese momento, el monje más joven caminó tras su maestro, totalmente en silencio, y muy mortificado. Cuando ya casi veían las puertas de su monasterio, al atardecer, el joven monje no pudo soportar más:
- ... Maestro,... ¡USTED TOCÓ A ESA MUJER!,...
Y el viejo maestro le contestó:
- Así es. Yo la cargué y la dejé al otro lado del río,.... pero tú la sigues cargando hasta aquí....
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